Análisis comparativo de dos películas relevantes sobre la Historia del Psicoanálisis, "Freud", de John Huston, "A dangerous method", de David Cronenberg, y haciendo hincapié en la gran calidad de la propuesta del primero.

La historia del psicoanálisis ha tenido un tratamiento cinematográfico bastante escaso. Muchas películas instrumentalizan, reflejan e incluso ironizan sobre esta rama del conocimiento tan influyente. Pero pocas han profundizado en algunos de los protagonistas de su construcción teórica.
Hace algunos años David Cronenberg (Shivers, Rabid, The Fly, Dead, Ringers, Videodrome, The dead zone, Crash, Spider, A history of violence, Map of the stars, entre otras) compensó esta falta, apartándose ostensiblemente de sus territorios habituales, con su película A dangerous method (2011) http://www.youtube.com/watch?v=llE8T26chLU.


Esta película relata la historia, que podríamos considerar colateral respecto a la narración central de la revolución freudiana, de un triángulo con dos vertientes. La vertiente amorosa, que forman Jung, Sabina Spielrein, una paciente perteneciente a la nobleza de ascendencia rusa, y la esposa de aquél, por un lado. Y la académica, por otro, entre los dos primeros y Sigmund Freud.
En esta película el punto de vista referencial es el de Jung. Asistimos más bien a la paulatina transformación del que fuera el discípulo más amado, y fatalmente repudiado al final, de Freud, a través del tratamiento y curación de una paciente ciertamente especial que terminará también ejerciendo la psiquiatría en su vertiente psicoanalítica. El tratamiento que Jung desarrolla para curar la histeria de la duquesa rusa, le acaba descubriendo sus propios deseos sexuales autocensurados, hasta que se convierten en amantes, contraviniendo éste con una importante carga de culpa la más básica ética profesional. amén de su código deontológico.



Más allá de poner en entredicho la capacidad de establecer los límites imprescindibles entre terapeuta y paciente, la película ofrece un retrato más bien empobrecido, repleto de frustraciones y encorsetamientos morales, del célebre discípulo del padre del Psicoanálisis. Como también refleja paralelamente las razones más o menos inconfesables de las desavenencias entre el maestro Freud y su delfín, lastradas sin duda por los peajes de la relación paterno-filial que desarrollaron. De hecho, quizá el personaje más luminoso, que más liberado resulta a lo largo de la narración de las pesadas cargas del subconsciente que todos ellos soportan, sea Sabina Spielrein, que termina mostrando más fuerza personal, moral y profesional que su atribulado doctor. En la película contemplamos a unos individuos fascinados por los resortes de la mente y el origen de la conducta. Una pasión que traspasa la pantalla, por medio de una puesta en escena inteligente que explota el juego de puntos de vista en los planos donde se analizan sueños, recuerdos o pensamientos. Aunque finalmente, la impresión general que nos deja el film queda de alguna manera huérfana de la profundidad y capacidad de evocación que han tenido otras aproximaciones anteriores al estudio del subconsciente humano.


Precisamente esta sensación de falta, nos puede llevar a retomar una película bastante anterior en el tiempo, del año 1962, dirigida por un director destacado del cine norteamericano, John Houston, y que centra su narración en los años iniciáticos durante los que Freud, interpretado por Montgomery Cliff, formuló sus teorías más relevantes, entre 1885 y 1890. Considero esta película bastante más interesante para entender cuales fueron las investigaciones, meditaciones y circunstancias tanto de índole científica como personal, que llevaron a la formulación de los Principios básicos del psicoanálisis.
Freud, pasiones secretas https://www.facebook.com/watch/?v=190316542115126 arranca con una declaración sobre la trascendencia histórico-cultural de la narración que presenta en la evolución del conocimiento del ser humano sobre sí mismo a través de la indagación en su psique. Equipara las formulaciones copernicanas, la teoría de la evolución darwinista y la revolución freudiana, presentándolas como los tres grandes asaltos al sentimiento de omnipotencia del hombre. Y considera que esta última ha abierto un campo de conocimiento de la vesante subconsciente del pensamiento humano de una trascendencia fundamental en la vida de las personas.



A propósito del visionado de esta película por segunda vez, pero desde el recuerdo de la primera, que fue hace más de veinte años, leí una calificación sobre su director John Houston, que me pareció ilustrativa del espíritu que habita el film. Era un buscador, en sus producciones de subsistencia para la industria (son muchas y la mayoría, brillantes), pero especialmente en sus proyectos más personales, como La noche de la iguana, Misfits, por no hablar de sus ilustres aportaciones al cinema noir, o desde luego, Freud, pasiones secretas. Houston busca, y narra las peripecias vitales de unos personajes que son también buscadores. Concretamente en esta película no se me antoja en absoluto casual que Houston se enrolase en una aventura fílmica de disección de las teorías psicoanalíticas. El interés por las facetas más ocultas de la naturaleza humana se puede rastrear a lo largo de su filmografía, que siempre es pertinente revisar. El uso de un enigmático, a la vez que elegante, blanco y negro, junto a la banda sonora y determinadas combinaciones de planos en algunas secuencias, transmite con eficacia la incertidumbre y desazón que los procesos subconscientes provocan en las personas. También, la genuina expresividad de los actores protagonistas, especialmente Monty Cliff, que ya había sufrido el accidente que le desfiguró la cara.
En torno a las investigaciones de una dolencia marginada y desacreditada por la academia científica de Viena, la histeria, Freud llega a definir la neurosis que aqueja al común de los seres humanos. En los traumas que brotan de sus pacientes, por medio de la hipnosis, va perfilando unos sentimientos profundos, primigenios y universales, que conectan con la sexualidad infantil y el complejo de Edipo. Hay que destacar aquí el análisis que nos muestra el film del trauma de su paciente Cecily (Susannah York), en especial a través de la rememoración bajo los efectos de la hipnosis de la identificación del cadáver de su padre muerto en un hospital donde las enfermeras miran y se ríen extrañamente, y los pacientes no parecen estar enfermos, sino divirtiéndose. Acompañado por este personaje, que a lo largo del tratamiento recupera la visión, Freud evoluciona en el método hasta ser capaz de analizar el subconsciente humano a través de la interpretación del leguaje simbólico de los sueños.



Pero además en la trama narrativa de la película, los descubrimientos científicos de Freud corren paralelos a sus descubrimientos personales, sobre la relación compleja que tenía con su padre, por el deseo inconfeso y frustrado que en la infancia sintió hacia su madre. Freud sueña con el funeral de su padre, en el que todos lloran excepto él, o con su madre a la que, como niño, intenta mantener pendiente de él en exclusividad, provocando la ira de su padre. Y en el análisis de estos sueños llega al origen de su propia neurosis, que no es muy diferente a la de su paciente Cecily. Se debe enfrentar con el rechazo de su más estrecho y único colaborador en Viena, Josef Breuer (Larry Parks), hacia sus teorías sobre la pulsión sexual en la infancia, como también de la comunidad científica al completo. Una resistencia que es la misma que se da en la mayoría de personas a entrar en contacto con una parte de nosotros mismos. Es una realidad incómoda por las pulsiones que todos querríamos mantener ocultas. “Una región casi tan oscura como el mismísimo infierno”, según reza un narrador desconocido al inicio del film, “el subconsciente humano”.
© Maria Verchili Martí.