
Valentin Popov (Sergei Zhuravliov, Seriozha), Nikolai Gubenko (Nikolai Fokin, Kolya), Stanislav Lyubshin (Slava Kostikov, Slavka)
Eran tres amigos en una gran ciudad. Seriozha, recién licenciado del ejército se reúne con sus amigos y vecinos de la infancia, en el barrio moscovita de Заставы Ильича (Zastavy Ilycha). El inconformismo, la búsqueda de un sentido más profundo de la existencia, más allá de un consumismo incipiente, en el amor y la verdad, mueven a Sergei y a Kolya.
«Мне двадцать лет» (Mne Dvadtsat Let) (Mis veinte años /Tengo veinte años) es una obra maestra del cine universal prácticamente desconocida fuera de Rusia. Es el tercer largometraje de Marlen Jutsiev (1925-2019) tras la bellísima cinta «Весна на Заречной улице» (Primavera en la calle Zarechnaya) codirigida con Feliks Mironer, y «Два Фёдора»(1958). «Tengo veinte años» es una película absolutamente moderna en su realización en la que encontramos evidentes influencias del neorrealismo italiano (actores no profesionales, rodaje en exteriores), la Nouvelle Vague (espontaneidad, iluminación natural, mirada desde la juventud) o el Free Cinema británico (realidad social, cine documental, inconformismo, cierto tono amargo).
La historia -con guión del director y Gennady Shpalikov– se centra en Sergei Zhuravliov, Seriozha (Valentin Popov) que se licencia del ejército y regresa a casa, en el barrio de Zastavy Ilycha, en Moscú. Los primeros planos del filme nos sitúan ante una película de autor: tres soldados con fusiles se acercan a cámara avanzando sobre una calle mojada, al llegar a la posición de la cámara miran al espectador y se alejan. Desfilan los títulos de crédito. Suena «La Internacional». Mientras se desvanece la música los tres soldados se transmutan en tres amigos civiles que regresan al amanecer. Sigue el plano-secuencia prodigioso con grupos de jóvenes y una pareja de enamorados que vuelven mientras las luces se apagan y se cruzan con nuestro protagonista que, vestido de militar, atraviesa las calles mojadas en dirección a casa mientras resuena el paso de sus botas.


Sergei se reencuentra con su madre, Olga Mijailovna Zhuravliova (Zinaida Zinovyeva), y busca a sus amigos del barrio: Nikolai Fokin, Kolya (Nikolai Gubenko), Slava Kostikov, Slavka (Stanislav Lyubshin). Éste último está casado con Lyusya (Tatyana Bogdanova) y tiene un bebé. La ciudad de Moscú será la gran protagonista: sus calles, sus gentes: una ciudad llena de vida durante el día y melancólica por la noche, acompañando los paseos nocturnos de Seriosha. Seriosha trabaja en una fábrica electrónica y estudia. Una mañana propone a su sobrino Nikolai ir a los baños públicos, pero en el tranvía de camino se fija en una chica y se va detrás de ella siguiéndola todo el día por Moscú, en una escena de cinéma verité documental extraordinariamente ágil y realista, entre los habitantes de la populosa urbe. El invierno agudiza la crisis existencial de Seriozha que anhela algo que no sabe qué es mientras convalece enfermo. Pero llega la gran fiesta del 1 de mayo -filmada in situ- y los tres amigos participan. Allí se produce el reencuentro con la chica del tranvía, Anya (Maryanna Vertinskaya), y Sergei se va con ella. La fiesta se prolonga hasta la noche.



Se funden con maestría planos de noticiarios, la peripecia de los protagonistas y los moscovitas reales. Anya y Seriozha acaban paseando por la noche al son de «Recuerdos de la Alhambra» de Francisco Tárrega.
La segunda parte de la película profundiza la crisis vital de Sergei, pero también de Kolya cuando le proponen algo indigno en su trabajo. Moscú sigue siendo el seno materno de los personajes que se buscan a sí mismos, en un tipo de cine donde la identidad individual desplaza al personaje colectivo de la estética del «realismo socialista». El resultado global de esta sinfonía visual de amor a Moscú integra la iluminación matizada de Margarita Pilijina en un blanco y negro que pasa de la luz primaveral a los claroscuros de las estancias interiores, la partitura musical de Nikolai Sidelnikov, junto con la interpretación natural de todos los actores. Pero lo que destaca sobremanera es la dirección de Marlen Jutsiev dominando todos los recursos visuales y sonoros: los planos cenitales, dorsales, los planos-secuencia, los travellings, en los que los personajes se funden con la ciudad y sus gentes; los contrapicados de la ciudad con la cámara baja; la filmación cámara en mano por las calles de la ciudad; el uso del monólogo interior que se superpone a los diálogos de los tres amigos o de Sergei dando lugar a una polifonía que armoniza con la pluralidad de planos visuales.
Hay varias escenas de extraordinaria importancia: el desfile del 1º de mayo, la visita al Museo Pushkin con obras de nuevos artistas plásticos, el recital de poesía en la Escuela Politécnica en el que se escuchan poemas de jóvenes poetas rusos como Yevgeni Yevtushenko y que fue filmado por los directores Andrei Tarkovski y Andrei Konchalovski, y el encuentro onírico entre el padre de Sergei, muerto en la guerra, y éste.


La película se inscribe en la Nueva Ola del Cine soviético, pero, aunque rodada en la «era del deshielo» (хрущёвская о́ттепель), el propio Jrushov la criticó por dar una imagen de la juventud alejada del modelo optimista de la revolución. Se censuraron algunas escenas, aunque en lo sustancial la película no se alteró, pero tardó cuatro años en estrenarse hasta 1965. «Мне двадцать лет» fue reestrenada el 29 de enero de 1988 en su versión original con el título de «Застава Ильича», y con la incorporación de las imágenes de los poetas del recital, que en la versión censurada solo se escuchaban, alcanzando más de tres horas de duración. La juventudes una etapa primaveral de la vida, con sus tormentas, como la que sorprende a Anya y a Sergei paseando junto al río Moscova. Sergei es aún Seriozha, y Nikolai es todavía Kolya, e, incluso, Slava, ya padre, sigue siendo Slavka. Los rusos aman los diminutivos tanto como el vodka. Sergei es visto como un inmaduro -representante de una generación- por el padre de Anya, en una conversación presidida por una televisión que simboliza el incipiente consumismo de la URSS. Es, quizás, la escena donde más claramente se manifiesta el conflicto generacional. Estos jóvenes moscovitas escuchan canción francesa y jazz, y en sus fiestas bailan twist o rock and roll. Los mayores aún tienen sus canciones patrióticas.
La juventud rusa del siglo XIX dio lugar al arquetipo literario del «hombre superfluo» (лишний человек) -aunque este sentimiento de impotencia intelectual y parálisis de la voluntad no era privativo de una edad determinada- y, probablemente, Sergei y sus amigos podrían ser vistos así por sus mayores, pero es, precisamente, la ausencia de los padres, muertos en la «Gran Guerra Patria» (Великая Отечественная война) contra la invasión fascista alemana, la que ha provocado este vacío. Sergei no tiene padre, y su recuerdo está presente siempre como ausencia, dolor y ejemplo. ¿Pueden estos jóvenes nacidos en la guerra acaso llegar a la altura moral de sus padres ejemplificada en su sacrificio por la patria? Este vacío viene a coincidir con la ola existencialista, que desde Francia, inundó Europa. Jóvenes vestidos de negro leyendo y escuchando canción francesa.

Y es la literatura, la poesía, parte del alma rusa, desde que Pushkin se convirtiera en su conciencia nacional. La poesía es, junto con la ciudad de Moscú, otro de los personajes del filme. Sergei recuerda versos de poetas rusos caminando por la ciudad en intensos monólogos interiores. Acude con Anya a un gran festival poético en el que leen promesas incipientes como Yevgeny Yevtushenko, Andrey Voznesensky, Rimma Kazakova, Robert Rozhdestvensky, Mijail Svetlov, Bella Ajmadulina y Bulat Okudzhava. Aunque la escena más lírica de la película es un travelling de una avenida por la que caminan en octubre los tres amigos en una polifonía de diálogos y versos de la corriente de conciencia interior de Seriozha. Madurar es dejar de buscar lo infinito. Lo propio de la infancia es vivir en el instante que no pasa, en el infinito que se sueña pero aún no se sufre. Seriozha ha despertado como Sergei pero aún no ha renunciado a buscar lo infinito que la poesía y el amor anhelan. El escritor Víctor Nekrasov defendió la película de las críticas señalando: “En la medida en que uno pregunta, a uno mismo, a los amigos, al padre, a la Plaza Roja, uno está vivo. Cuando uno deja de hacerse preguntas, está muerto. Una existencia saciada, satisfecha, tranquila, no es vida”. Sergei no tiene una existencia satisfecha porque en él aún habita una sed de infinito.

«Tengo 20 años» (1964). Marlen Jutsiev
«Застава Ильича»
Cartel ruso original de 1965.
Mi recomendación es que veáis esta película. No me canso de verla y de admirar su grandiosidad, su poesía, su experimentación, su verdad, su halo infinito. Descubrir tesoros como éste es mi gran objetivo.
Muchas gracias María por republicarlo
Mi recomendación es que veáis esta película. No me canso de verla y de admirar su grandiosidad, su poesía, su experimentación, su verdad, su halo infinito. Descubrir tesoros como éste es mi gran objetivo.
Muchas gracias María
Sin duda, Hay que verla. Es una película excepcional, como tu sentido análisis. Un placer, Francisco.
Magnifico trabajo como todos los publlicados por Fco Hernandez, sobre todo por acercarse a autores y cinematografias desconocidas .
De Justiev he visto algo, sobre todo el la desaparecida » Semana de Cine de Autor de Benalmadena».
Director que tengo pendiente dedicarle una Retrospectiva.
Saludos y felicitaciones a Fran y a Maria.
Sí, es un magnifico trabajo que hay que reconocer y agradecer a Francisco en su incansable labor de difusión del Cine soviético. Por mi parte, te agradezco la participación y espero poder intercambiar puntos de vista. Un saludo.
Apuntada está, gracias por tu excelente y completa reseña. Este director me gustó en Lluvia de Julio. Todas las referencias que usas (las nuevas olas, italiana, francesa, inglesa…), más la interesante época del deshielo, la enmarcan muy positivamente. Ganas tengo de verla.
Abrazos.
Hola Ethan. Gracias por tu comentario. Me alego mucho de que este estupendo análisis del experto en Cine soviético Francisco Huertas, al que agradezco su magnífica colaboración, te haya despertado las ganas de ver esta emblemática cinta. Es extraordinaria. Si te apetece, me encantaría conocer tu opinión. Un abrazo.
I couldn’t resist commenting. Well written!
Thanks a lot.