

Una de las mejores películas de Agnès Varda, entre su imprescindible filmografía, es este estudio minucioso, delicado y audaz de los sentimientos, temores y alegrías de una mujer que espera el resultado de unas pruebas médicas que podrían significar un grave problema de salud.
Agnès Varda es un caso maravillosamente excepcional en la Historia del Cine. Considerada la “madre de la Nouvelle Vague”, por su opera prima “La pointe courte” (1955), aunque era de la misma generación que sus compañeros de ola cinematográfica, no estaba como todos ellos, en el meollo de “Cahiers de cinéma”, plataforma privilegiada para sus miembros, y por tanto, siempre anduvo libre, pero mucho menos considerada y difundida. Pero sobre todo, y también por esta razón, tenía dos cromosomas XX en un ámbito, el de la dirección de films, aun significativamente monopolizado por los hombres, y más en aquellos años. En este sentido, Varda tiene toda mi admiración, porque en su discurso brota incesantemente el deseo que contar sobre la condición femenina, desde una óptica radicalmente feminista.



La obra que nos ocupa es un tesoro cinematográfico, en un formato propio de las corrientes en boga, pero con un tratamiento de sus temas de una luminosa y combativa inteligencia emocional. Cléo (Corinne Marchand), la protagonista omnipresente de esta peli, es una joven y hermosa cantante, que como ya he dicho, se encuentra a la espera de una noticia que puede cambiar su vida. En el arranque del metraje, y en color, excepción respecto al magnífico blanco y negro del resto de la película, observamos sus manos y las de otra mujer, que por su voz adivinamos más mayor. Inmediatamente deducimos que están echando las cartas del tarot para predecir el futuro de Cléo. Hay confusión, pero parece que la enfermedad y la muerte acechan. Cléo se va asustada, y Varda nos dedica el comentario de la pitonisa a su marido: «-He visto cáncer..”. A partir de este momento, asistimos con Cléo a los fragmentos temporalizados de las dos horas de espera para conocer el resultado de sus pruebas. En tiempo casi real, un recurso que me ha parecido portentoso, la audiencia la acompañamos en sus encuentros con su amante (el aristócrata y playboy español Jose Luis de Villalonga), con los músicos que acompañan sus grabaciones y actuaciones, con su amiga, presentada inicialmente desnuda, modelo de pintura, a la que recoge en el estudio para ir juntas a contemplar un pase privado y especial de una película muda -maravillosa esta fase de la película, que me ha hecho pensar en alguna de nuestro Almodóvar, y seguro que hay otras más-, para terminar charlando con un desconocido, militar, pendiente de volver a Argelia tras un permiso, con una incontrolable verborrea, con el que conectará. Porque Cléo tiene mucho miedo, miedo a la enfermedad y a la muerte. Como también comienza a constatar, reflexiona, sobre la esencias de la vida, el amor, la independencia personal, o la efímera fama.



No querría seguir contando, porque hay que dejar alguna sorpresa para el deleite del visionado de la película. Pero sí deseo destacar que me parece de una factura formal deliciosa, y de una hondura emocional absolutamente excepcional. Solo algunos apuntes más. Los viajes en taxi, sobre todo el primero, con una taxista, durante el cual en la radio suena una canción suya, que la incomoda, así como las terribles noticias de la contienda francesa en Argelia -muy sutil y sofisticada, la crítica antibelicista-. También la reunión con sus músicos durante la que se produce un cambio personal de perspectivas -el plano esencial que utiliza Varda, para contarnos los sentimientos de Cléo, es muy identificable, así que no lo voy a describir-. También una imagen, un shock de apenas dos segundos, que a mi me ha impactado sobremanera: en la calle, de pronto, al lado de Cléo, dos enfermeros pasan por su lado con una suerte de urna-incubadora con un bebé dentro…¿Deseo de maternidad, o temor por no poder hacerla realidad? ¿O congoja por la vida aun incipiente que se abre paso? ¿O por la suya? Y desde luego una utilización expresiva y metafórica de los espejos a lo largo de las andaduras de Cléo en este día difícil, que sirve de perfecto recurso para enmarcar las esencias del relato.
En definitiva, es esta una peli excepcional, una obra maestra de la incombustible -hasta que ya no pudo más, hace tres años-, de esta fuerza del arte y del feminismo que es para tantos cinéfilos, Agnès Varda.

© Maria Verchili Martí.
Pues pensaba que me iba a gustar más y para ser sincera en algun tramo.me aburrió un poco.Precisamente lo más interesante es el primer viaje en taxi con la mujer taxista y el final cuando conoce a la única persona que en principio logra calmarla.
Es que ella me parece muy superficial y quizás por eso no me metí en la historia.
Te entiendo.Pero sin pretender convenverte, es que justo el personaje comienza en un punto personal muy superficial, vacuo, y va evolucionando con sus encuentros y reflexiones, hasta ese instante con los músicos, que culmina el encuentro final con el soldado.Es un relato muy concentrado, metafórico, porque no puede ser totalmente verídico.En fin, a mi me parece una joya.